Sociedad -
Cambio climático
¿Nos estamos adaptando a las altas temperaturas?
Mientras aumentan las temperaturas en el planeta, también lo hace la capacidad de nuestro cuerpo para adaptarse a esa situación. Conocer los factores nos ayudará a esclarecer si podremos ser capaces de convivir con el calor.
Mikel Domínguez | EITB Media
Euskaraz irakurri: Tenperatura altuagoetara egokitzen ari gara?
La subida de las temperaturas en el planeta puede afectar directamente a nuestra salud. Así lo atestigua un estudio de The Lancet, que indica que la exposición a estas temperaturas extremas ha aumentado un 57 % en Europa en la última década.
Otro estudio del Instituto de Salud Carlos III calcula que la mortalidad anual por calor en España pasará de estar actualmente en 1300 muertes al año a multiplicarse y llegar a 13 000 a final de siglo.
Sin embargo, los investigadores de la Unidad de Referencia en Cambio Climático, Salud y Medio Ambiente Urbano apuntan a que el impacto de las altas temperaturas sobre la mortalidad es cada vez menor. Según Miguel Ángel Navas Martín, Cristina Linares Gil y Julio Díaz, no se debería considerar que el aumento de la mortalidad subirá constantemente porque, precisamente, nuestro cuerpo está consiguiendo adaptarse al calor.
¿Cómo mata el calor?
Las muertes causadas por las altas temperaturas no suelen ser consecuencia del golpe de calor. Eso solo sucede en un número reducido de casos. Lo que sucede es que las personas con problemas respiratorios, cardiovasculares o incluso neurológicos sufren más sus síntomas.
El catedrático de Fisiología de la Universidad del País Vasco, Jon Irazusta, explica cómo afecta el calor a nuestro cuerpo, hasta el punto de provocarle la muerte.
En este contexto, se puede establecer una temperatura, siempre templada, en la que hay un número mínimo de muertes. "Se ha visto que cuando la temperatura es muy fría o caliente se produce mayor mortalidad. Sin embargo, en temperaturas más templadas sucede menor mortalidad", explica Irazusta.
Esta temperatura de mínima mortalidad cambia según el punto geográfico en el que nos encontremos. En Madrid, por ejemplo, es de 30 ºC. Según sube la temperatura, aumenta la mortalidad, y a partir de 36ºC, las muertes se disparan.
Irazusta matiza que el dato de la temperatura no se puede entender por sí solo, pues la humedad también juega un papel primordial en nuestro cuerpo. Es una de las razones por las que esa temperatura óptima de menos muertes varía de ciudad en ciudad, siendo mucho más alta en Andalucía y más baja en el Mediterráneo, según los datos de Navas, Linares y Díaz. "En general, en zonas más cálidas, cercanas al Ecuador, la temperatura mínima de mortalidad suele ser más alta", explica el catedrático de la UPV/EHU. Es decir, donde las temperaturas son más cálidas, hace falta una mayor temperatura para que suba el número de muertes.
Según explican los investigadores del Instituto Carlos III, la temperatura de mínima mortalidad está subiendo. No en vano, nuestro cuerpo tiene capacidad para adaptarse al calor. A pesar de los avisos del estudio de The Lancet y aunque suben las temperaturas, hay estudios que apuntan a que la mortalidad no sube al mismo ritmo.
De la misma manera que en el deporte de élite se realizan entrenamientos específicos para afrontar mejor el calor en competición, también cualquier ser humano, cuanto más se exponga a las temperaturas cálidas, mejor las afrontará en el futuro. El catedrático de Fisiología explica la capacidad física del ser humano para amoldarse a las temperaturas altas.
El cuerpo humano frente al calor global
Los investigadores Navas Martín, Linares Gil y Díaz citan en su estudio un dato muy revelador: las temperaturas máximas diarias de España han subido 0,41 ºC por década, y la temperatura de mínima mortalidad lo ha hecho más rápido (0,64 ºC por década). La conclusión es clara: nos estamos adaptando al calor.
Sin embargo, este dato global, de todo el Estado, varía en función de dónde nos encontremos. En algunos lugares la adaptación es un hecho; en otros, en cambio, la temperatura mínima de mortalidad ha descendido, con lo que hace falta una temperatura más baja para morir. Los factores pueden ser diversos, desde el número de días de altas temperaturas que experimenta un lugar, hasta el estilo de vivienda que abunda en el mismo, así como la renta de la población.
Aún queda camino por recorrer e investigar para esclarecer si nuestro cuerpo logará adaptarse a un escenario de mayores temperaturas, sin olvidar que también existe una mortalidad asociada al frío.