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La capa de ozono se cura en la Antártida
El agujero de ozono de septiembre se ha reducido en más de 4 millones de kilómetros cuadrados desde 2000, cuando la reducción del ozono estaba en su apogeo.
Agencias | Redacción
Euskaraz irakurri: Ozono-geruza lehengora etortzen ari da Antartikan
Científicos del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), en Estados Unidos, y otros países han identificado las "primeras huellas de curación" de la capa de ozono en la Antártida, como revelan en una artículo publicado este jueves en la revista Science.
En concreto, vieron que el agujero de ozono de septiembre se ha reducido en más de 4 millones de kilómetros cuadrados desde 2000, cuando la reducción del ozono estaba en su apogeo.
El equipo también demostró por primera vez que esta recuperación se ha ralentizado un poco, a veces, debido a los efectos de las erupciones volcánicas de año en año, pero, en general, el agujero de ozono parece estar en un camino de curación.
Los autores utilizaron "huellas" de los cambios en el ozono con la temporada y la altitud para atribuir la recuperación del ozono a la continua disminución del cloro atmosférico procedente de los clorofluorocarbonos (CFC), compuestos químicos que fueron emitidos durante un tiempo por procesos de limpieza en seco, viejos refrigeradores y aerosoles, como laca para el cabello.
Protocolo de Montreal
En 1987, prácticamente todos los países del mundo firmaron el Protocolo de Montreal sobre un acuerdo para prohibir el uso de los CFC y reparar el agujero de ozono.
"Ahora podemos estar seguros de que las cosas que hemos hecho han puesto al planeta en un camino de sanación", dice la autora principal Susan Solomon, profesora de Química Atmosférica y Ciencia del Clima en el MIT, quien realizó el trabajo junto a Diane Ivy, del Departamento de Ciencias de la Tierra, Atmosféricas y Planetarias, junto con investigadores del Centro Nacional de Investigación Atmosférica en Boulder, Colorado, Estados Unidos, y la Universidad de Leeds, en Reino Unido.
Cloro, temperatura y luz
El ozono es sensible no sólo al cloro, sino también a la temperatura y la luz solar. Las mediciones han demostrado que el agotamiento del ozono se inicia cada año a finales de agosto, a medida que la Antártida emerge de su oscuro invierno, y el agujero está completamente formado a principios de octubre.
Solomon y sus colegas han mostrado que a medida que el cloro ha disminuido, la velocidad a la que el agujero se abre en septiembre se ha ralentizado.
A medida que los niveles de cloro continúen disipándose de la atmósfera, Solomon no ve ninguna razón por la cual, salvo futuras erupciones volcánicas, el agujero de ozono no deba encogerse y, finalmente, cerrarse de forma permanente a mediados de siglo.
En el otro lado de la balanza, el cambio climático causará, entre 2030 y 2050, alrededor de 250.000 muertes adicionales al año, por el aumento de la desnutrición, la malaria, la diarrea y el aumento de las temperaturas, según se desprende de un informe publicado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que alerta que los niños, mayores y enfermos crónicos serán los más vulnerables.