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Marine Le Pen, la cara amable de la ultraderecha francesa
Tras suavizar su discurso, Le Pen se ha batido el cobre con Emmanuel Macron en la segunda vuelta, pero se ha quedado a las puertas de convertirse en la primera mujer que llega al Elíseo.
Agencias | Redacción
Euskaraz irakurri: Marine Le Pen, Frantziako alderdi ultraeskuinaren aurpegi adeitsua
Marine Le Pen ha pasado los últimos años lavando la cara del Frente Nacional, el partido de ultraderecha que heredó de su padre, para convertirse en el rostro amable de un movimiento que no ha dejado de ascender electoralmente.
Tras obtener el segundo lugar en la primera vuelta de las elecciones presidenciales celebrada el pasado 23 de abril, Le Pen se ha disputado el 7 de mayo con el socioliberal Emmanuel Macron, quedándose a las puertas de convertirse en la primera mujer en conquistar el Elíseo.
A sus 48 años, en su segunda campaña presidencial, ésta convencida "eurófoba" ha conseguido el hito que marcó su padre, Jean-Marie Le Pen, en 2002, el de meterse en la segunda vuelta, pero lo ha hecho con más apoyo y un electorado consolidado.
Marine Le Pen ha conseguido que su partido logre una gran adhesión, un electorado fiel que le perdona incluso las acusaciones de financiación ilegal de su movimiento por los que ya ha sido sancionada en el Parlamento Europeo (PE), donde ocupa un escaño desde el 14 de julio de 2009.
La candidata se mueve como una funambulista entre las propuestas radicales heredadas y la cara más aceptable con la que pretende conquistar el Elíseo.
Evita las alusiones a la II Guerra Mundial que tantos quebraderos de cabeza costaron a su padre, y arremete contra la inmigración esgrimiendo la inseguridad, la preferencia francesa y el patriotismo económico, su tema de campaña favorito tras comprobar que en Estados Unidos le funcionó al magnate republicano Donald Trump.
Todo ello tras haber cortado en 2015 el cordón umbilical con su progenitor después de la última salida de tono del patriarca, lo que le valió protagonizar un culebrón familiar durante meses pero que acabó por independizar a la líder y consagrarla como uno de los rostros más reconocibles de la ultraderecha europea.
Nacida el 5 de agosto de 1968, Marine Le Pen comenzó pronto su militancia política, siempre a la sombra de su padre. A los 18 años se afilió al Frente Nacional y, ayudada por su apellido, no tuvo problemas en escalar peldaños en su estructura interna.
En un partido al que le costaba encontrar cargos y candidatos, la hija del líder fue pronto un valor electoral que se presentó a diversas elecciones legislativas y locales, carrera que compaginó con la de abogada en París entre 1992 y 1998.
Cuando en 2002 su padre accedió a la segunda vuelta, Francia descubrió en infinidad de intervenciones televisivas que tenía un verbo ágil y un carácter fuerte.
Había nacido una estrella política que, con el paso de los años, se fue afianzando. Primero en el partido, donde tuvo que soportar los ataques de la vieja guardia que le consideraban una "arribista" y que no aprobaban el giro "amable" que encabezaba.
Hasta que en 2011 se hizo con las riendas del FN, al que al año siguiente dirigió en sus primeras presidenciales, donde con el 17,9 % de los votos acabó tercera, pero tuvo un mayor porcentaje que su padre diez años antes.
Su legitimidad ya no podía ser contestada desde dentro y Le Pen se lanzó a la conquista de nuevos horizontes, acompañada de una nueva guardia pretoriana más joven y moderna, en la que destacan su marido, Louis Aliot, y su mano derecha, Florien Philippot.
Esa estrategia le ha permitido ganarse a las clases obreras y desfavorecidas que se consideran olvidadas por el sistema y que pagan los efectos de la globalización sobre su modo de vida.
No obstante, si quiere convertirse en la primera presidenta de Francia, tendrá que multiplicar los resultados obtenidos el pasado 23 de abril.