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Campaña electoral
Syriza lucha contra el miedo y dice que Grecia seguirá en el euro
La presión exterior ha tomado dimensiones inusitadas, pero Tsipras no se cansa de repetir que en caso de una victoria de la izquierda, el país seguirá en el euro y negociará con sus socios.
Redacción
La recién estrenada campaña electoral en Grecia ha subido de tono y, mientras la presión exterior ha tomado dimensiones inusitadas, el líder de Syriza, Alexis Tsipras, no se cansa de repetir que en caso de una victoria de la izquierda, el país seguirá en el euro y negociará con sus socios.
"Syriza quiere convertir Grecia en Corea del Norte", "Syriza llevará a Grecia a la quiebra", "Syriza quiere traer inmigrantes ilegales para darles la ciudadanía, pero ¿con qué dinero?", son algunas de las frases que marcan la campaña del primer ministro, el conservador Andonis Samarás, quien, pese a todo, dice sentirse seguro de la victoria el próximo día 25.
Desde las capitales europeas, especialmente desde Berlín, se han estado avivando estos malos presagios, con hipótesis de todo tipo sobre el peligro que entraña una victoria electoral de Syriza, alimentando así el peligro de la salida masiva de depósitos.
De momento todavía no se han registrado fugas masivas y la reducción de los depósitos bancarios en diciembre se corresponde al periodo navideño, ha señalado una portavoz del Banco de Grecia.
Socialdemocracia tradicional
Algunos analistas críticos insisten en que el programa presentado por Syriza no tiene nada de radical, sino que recuerda más bien a la socialdemocracia tradicional.
El aumento del salario mínimo y de las pensiones, el restablecimiento de la paga de navidad o de la asistencia sanitaria gratuita, electricidad gratis y bonos de comida para los más pobres, así como un programa de vivienda para los sin techo, son algunos de los puntos principales de este programa.
El coste total de este plan asciende a 13.000 millones de euros, que Syriza espera se refinancie solo gracias al crecimiento económico.
Del vocabulario de Syriza han desaparecido viejas consignas como el cese inmediato del pago de la deuda, la nacionalización de los bancos o la reversión de todos los programas de privatización.
Pese a todo, los temores en el exterior se mantienen y Tsipras no logra quitarse la fama de revolucionario.