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Análisis

Ginebra 2: Apuesta diplomática en medio de la guerra

El objetivo de la conferencia de paz es sentar a los contrincantes en la mesa de diálogo y concertar una solución política.

Nabek (Siria)
Nabek (Siria)
Nabek (Siria)

Ana Aizpiri | Ginebra (Suiza)

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La Conferencia Ginebra 2 es el mayor intento diplomático en pos de un proceso político que ponga fin a la guerra de Siria. La pacífica revuelta siria surgida al albor de la primavera árabe fue fagocitada por la violencia ,y lo que comenzó como una intifada llena de ideales ha degenerado en la más indeseable de las contiendas.

Hoy mismo, en Siria, nada vale más que la fuerza y, como escribía la corresponsal Lina Sanjab, para BBC Arabic, "la lucha por la libertad se ha convertido en la lucha por la supervivencia".

El objetivo de Ginebra 2 es sentar a los contrincantes en la mesa de diálogo y concertar una solución política. Pero ¿podrá la diplomacia imponerse a los contrincantes en el campo de batalla sirio?

La variedad y la naturaleza de los contrincantes es un obstáculo. Al inicio de la guerra, en verano de 2011, el Ejército Libre Sirio, en solitario, hacía frente al ejército de Bashar Al-Assad. Hoy, los grupos que disputan el control del territorio al régimen sirio se cuentan por decenas y, los que sobresalen por su poder militar, Estado Islámico de Iraq y El Levante ( ISIS) y Frente de los Vencedores ( Yabhat al Nosra) vinculados a la red terrorista Al Qaeda, ocupan ciudades, imponen su ley -la sharia islámica- y no quieren saber nada de negociaciones.

Por si fuera poco, la presencia en sus filas de yihadistas extranjeros - la mayoría árabes, pero también caucásicos y occidentales - alimenta la tesis esgrimida por Bashar Al-Assad desde antes de la militarización de la oposición: que hay una conspiración exterior para derribarlo y para destruir Siria. La oposición niega la mayor. Y no es de extrañar. Los opositores sirios aguantaron estoicamente la feroz respuesta del régimen desde el primer momento.

Ha sido la astuta estrategia de Bashar Al- Assad desde el primer día: predicar la política y hacer la guerra. El presidente de Siria hace la guerra secundado por batallones de Hezbollah - la organización chiita libanesa- y por miembros de la Guardia Republicana de Irán; surtido de armamento ruso e imponiendo sitios y cerrando el paso a la ayuda humanitaria a los núcleos de población controlados por algún grupo de la oposición, tal es el caso de Alepo o de Homs.

No es que los contrincantes de Al -Assad no cometan atrocidades. Al contrario. Los batallones yihadistas son de la rama sunita del islam y se están cebando, siempre que hay ocasión, con las poblaciones de confesión allawita- a la que pertenece el presidenteAl-Assad- afiliada al chiismo, la rama minoritaria del islam.

Al-Assad está utilizando la aviación para bombardear las posiciones en las que se hacen fuertes los rebeldes. En agosto se utilizaron armas químicas en Ghuta, al este de Damasco. Los informes de la ONU concluyeron que los ejecutores debían disponer de una estructura industrial por la cantidad y el tipo de gases tóxicos utilizados. Todo apuntaba al régimen.

La utilización de gases tóxicos, prohibida por la comunidad internacional desde hace varias décadas, llevó a Barack Obama a amagar con una represalia militar contra Bashar Al-Assad. La Cámara de los Comunes británica se opuso. Los ciudadanos estadounidenses se mostraron reticentes.

Curiosamente, Rusia sacó a Obama del atolladero. El ministro de exteriores ruso, Serguei Lavrov, transformó un desliz verbal de su homólogo John Kerry en una iniciativa diplomática que involucraría a Bashar Al-Assad para deshacerse de su arsenal químico. Al - assad aceptó. Obama suspiró de alivio. Y Kerry y Lavrov, pese a sus distantes posiciones en el conflicto sirio - Washington apoya a la oposición y Rusia es un aliado histórico de Damasco- se conjuraron para promover una conferencia internacional que pusiera fin a la guerra por medios diplomáticos.

Así se ha llegado a Ginebra 2. Casi todos los que están en la conferencia son parte en la guerra, pero no todos los que participan en la guerra, de una u otra manera, estarán en Montreux y Ginebra.

Ni todos llegan con el mismo espíritu a la ciudad balneario del lago Lemán: la oposición obligada pues Estados Unidos y Gran Bretaña amenazaban con retirarle su apoyo si no acudía, Estados Unidos a recuperar la influencia que Rusia le disputa en el Oriente Medio; Walid El Moallem, el ministro de exteriores sirio a levantar el estandarte de la lucha contra el terrorismo yihadista, y Ban Ki Mon, el Secretario General de Naciones Unidas, a procurar que la Conferencia tenga una continuación y a recuperarse del mal trago que le ha hecho pasar su frustrada invitación a Irán, cuya ausencia Serguei Lavrov, el jefe de la diplomacia rusa ha calificado como "un fallo pero no una desgracia".

Es diplomacia.

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