Jesús Torquemada
Análisis
La primavera florece en Egipto
Jesús Torquemada
Tras unas elecciones legislativas que dieron la mayoría parlamentaria a dos partidos islamistas, los egipcios tienen que elegir ahora al presidente, que es la figura con más poder.
Quince meses después de la revolución popular que echó a Mubarak, Egipto culmina hoy su proceso de transición hacia la democracia con la celebración de elecciones presidenciales.
Tras unas elecciones legislativas que dieron la mayoría parlamentaria a dos partidos islamistas, los egipcios tienen que elegir ahora al presidente, que es la figura con más poder; eso sí, con permiso de los militares, que van a volver a los cuarteles pero que, durante muchos años, van a estar ahí detrás vigilando.
Cuatro son los candidatos con más posibilidades. Dos de ellos tienen relación con el antiguo régimen; los otros dos han surgido tras la revolución. El más ligado a la época anterior es Ahmed Shafik, que fue primer ministro de Mubarak. Las encuestas le sitúan en tercer lugar.
Amr Musa también estuvo con Mubarak, pero rompió con él hace ya bastantes años y eso le ha permitido presentarse limpio y exhibiendo su currículum como exsecretario general de la Liga Árabe. Las encuestas dicen que puede ganar o quedar segundo.
Abul Futuh es la sorpresa. Procede de los Hermanos Musulmanes, pero se separó de ellos para ser candidato, en un momento en que ese grupo dudaba si presentar o no un candidato propio a las presidenciales. Dicen las encuestas que va a conseguir votos de los islamistas, pero también de sectores laicos, y que puede ser incluso primero.
Mohamed Mursi es el candidato de los Hermanos Musulmanes. Hace unos meses, se pensaba que cualquier candidato de esa cofradía islamista podía ganar de calle; ahora, sin embargo, la mayor parte de las encuestas le sitúan en cuarto lugar.
Ahora bien, cabe preguntarse si en un país con escasa experiencia democrática como Egipto las encuestas sirven para algo. Y, además, como ninguno obtendrá la mayoría absoluta, habrá segunda vuelta.