Jesús Torquemada
Análisis
Demasiadas voces para el euro
Jesús Torquemada
Jeroen Dijsselbloem tiene que dimitir ya, y eso que no lleva ni dos meses como presidente del Eurogrupo.
Hace ya unos años, en vísperas de la creación del euro, hice yo un viaje en tren entre Tokio y Osaka. Mi compañero de asiento era un hombre de negocios japonés que, al saber mi origen, me preguntó muchas cosas sobre el euro.
Preguntas muy concretas, de empresario. "¿Y va a tener un Gobierno detrás, un Gobierno que administre esa moneda?" "No", le respondí, "habrá un banco central, pero cada país del euro seguirá teniendo su Gobierno". "Eso no puede funcionar", respondió tajante, y empezamos a hablar de los cerezos en flor, que es el tema que entusiasma a los japoneses.
Cuántas veces me he acordado de ese hombre de negocios.
Es posible que el euro pueda funcionar con diecisiete gobiernos distintos: de hecho, ha funcionado más de diez años sin dar problemas; pero, al menos, habría que exigir que el euro sí tuviera una voz única, un portavoz único. No puede ser que cada cual diga lo primero que se le ocurre.
Ahora dice una cosa la alemana, el holandés dice a continuación lo contrario, el francés intenta reconducir las cosas, el finlandés rompe la baraja y el chipriota se arruina.
El presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, tiene que dimitir ya, y eso que no lleva ni dos meses en ese cargo. Ha tenido dos meteduras de pata históricas: primero, aceptando la primera versión del plan de rescate de Chipre, que incluía confiscar una parte de sus ahorros a los pequeños ahorradores; después, dando por supuesto que lo que se ha hecho finalmente en Chipre, es decir, confiscar parte de sus ahorros a los grandes ahorradores, se hará con otros países que pidan el rescate.
Sería mejor que hubiera gritado directamente: "Ahorradores de todo el mundo, llévense corriendo el dinero que tengan en Europa".