Herrian
Patrimonio
El complejo monumental de Quejana, la joya de la Cuadrilla de Ayala
Está conformado por la torre fortaleza, el convento y la iglesia que guarda en su interior el sepulcro del Canciller de Ayala, uno de los linajes medivales más importantes del territorio alavés
-
Sepulcro del Canciller de Ayala y al fondo el de su padre, Fernán Pérez.
17:54 min
Los Ayala tenían fijada su residencia en Toledo, pero el señorío de Ayala quedó vacante por diversas circunstancias y Fernán Pérez de Ayala pasó a ocupar ese cargo, buscando legitimidad para su linaje y oportunidades de promoción en la corte castellana. Este personaje es el que construye el palacio fortaleza del complejo de Quejana. El edificio tiene una planta cuadrada, habitual del siglo XIV, que se organiza en torno a un patio cuadrado que se sabe que tenía una doble galería porticada y unas escaleras de acceso al palacio. También tenía cuatro torres flanqueando las esquinas para protegerlo. Este palacio quedará modificado cuando se construye en su interior el convento destinado a velar por los sepulcros de la familia, creando así un convento-panteón. Había en origen un acceso directo desde el palacio al coro de la iglesia para poder ver los oficios religiosos desde una tribuna privilegiada.
El convento lo manda construir también Fernán Pérez. Además de construir el edificio, lo dota con una renta, varias telas ricas y ajuares litúrgicos de materiales preciosos. De todo ello no queda nada a excepción de un lujoso relicario que todavía se conserva que contenía un cabello de la Virgen. Esta Virgen del Cabello llega a a señor de Ayala a través de una herencia de su tío el cardenal Barroso. La Virgen está realizada en oro, tiene esmaltes en el rostro y tenía una gema en el pecho. El cabello de la virgen se muestra en un cristal de roca. En los relieves se muestran las escenas de la Anunciación, la Visitación, la Epifanía y la Presentación en el templo. Las placas laterales también pueden levantarse y allí albergan reliquias de otros santos, como San Esteban, San Francisco, las Once Mil Vírgenes, San Cosme, San Damián, San Jorge, Santa Columbana, San Menas y Santa Anastasia, que se identifican por inscripciones en francés. Abajo están los escudos del cardenal Barroso antes de ser elegido cardenal y la heráldica castellana, algo frecuente en las tallas donadas por nobles que tenían alianzas políticas con la corona castellana. Hoy en día está custodiado en el Museo Diocesano de Arte Sacro.
Pedro López de Ayala, el canciller, es el que dará lustre al complejo. Suya es la capilla de Nuestra Señora del Cabello, realizada a finales del siglo XIV. Realiza el sepulcro, el retablo y el frontal de altar. A pesar de que su padre ya había realizado el panteón familiar, decide crearse una capilla propia. Para ello levanta la torre que albergaría su sepulcro separada del convento y del palacio. Es una torre con aspecto de fortaleza que tiene dos pisos: en el inferior se encuentra su sepulcro y en el de arriba hay una gran sala de recepciones.
El protagonismo lo adquiere el sepulcro, que está en el medio. Fue realizado en Toledo y es un sepulcro centralizado en cuya parte superior se ven dos figuras: la del Canciller Ayala y su mujer, Leonor de Guzmán. A pesar de aparecer ambos en el sepulcro, sabemos que Leonor de Guzmán no estuvo enterrada junto a su marido, sino que lo hizo en un sepulcro que mandó construir en el convento de San Francisco de Vitoria. Alrededor del sepulcro aparecen las alegorías de la Fe, la Fortaleza, la Caridad y la Esperanza, y también dos vicios: la Soberbia y el Orgullo. Por otra parte, aparecen figuras bíblicas, como Job, Isaías, San Pablo, Daniel, David y quizá también Salomón.
En el interior de la capilla también sobreviven los sepulcros de Fernán Pérez y su esposa Elvira de Ceballos. Era un sepulcro doble que estaba en el centro de la iglesia del convento, pero fue desmembrado y hoy en día sólo se pueden ver las figuras de los enterrados por separado en sepulcros laterales de la capilla. Lo mandó hacer el canciller Ayala. Hay restos de la base del sepulcro embutidos por el convento y otros lugares de la iglesia que permiten deducir que había un apostolado alrededor.