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Diez años después, las víctimas franquistas siguen pidiendo justicia
Diez años después de que se aprobara la Ley de Memoria Histórica la analizamos con el forense Paco Etxeberria, con las historiadoras Virginia López de Maturana y Sara Hidalgo.
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Uno de los episodios más oscuros del franquismo se vivió en el cementerio de Santa Isabel, escenario de unos doscientos fusilamientos, como los de Esteban Elgezabal, José Kortaberria y Primitivo Estabillo, los tres jóvenes detenidos en el monte Gorbea acusados de espionaje, que fueron asesinados en una ejecución pública. Por el paredón del camposanto pasó también el poeta y periodista Lauaxeta.
En este muro de la parte trasera del cementerio se va a colocar el primero de los cuatro memoriaguneak que el ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz quiere instalar en la ciudad, con la colocación de un monolito para mostrar el reconocimiento, solidaridad y cariño a todas las víctimas del franquismo en el municipio y garantizar su memoria, restañar su dignidad y hacer justicia.
Son iniciativas que se enmarcan dentro del plan de memoria que se puso en marcha hace cuatro años y que van a continuar con el colegio sagrado corazón, el espacio que ocupó la cárcel regular de la calle la paz y el exterior del convento de El Carmen.
El 31 de marzo, fecha en la que fue fusilado el alcalde Teodoro González de Zárate, se ha instaurado como día de reconocimiento a todas las personas miembros de la corporación municipal represaliadas y asesinadas en aquella época y a todas las y los gasteiztarras que fueron víctimas de la represión franquista.
Otros políticos asesinados fueron los republicanos Serviliano Echaberry y Manuel Azkona, los socialistas Primitivo Herrero, Francisco Díaz de Arcaya, Guillermo López, Casto Guzmán y Antonio Díaz y el nacionalista de ANV José Plácer.
Pero no solo los políticos considerados enemigos fueron perseguidos. Médicos o maestros completan la lista negra de fusilados que según las investigaciones oscilan entre 300 y 350. Así, los tres maestros de Gordoa, Galarreta y Zalduondo, Mauricio, Bernardino y Miguel fueron fusilados y arrojados a la sima de Otsoportillo en Urbasa el 9 de agosto de 1936.
En Álava durante muchos años se intentó ocultar que hubo represión, pero la hubo y afectó a un gran número de personas.
Estudios recientes, nacidos muchos de ellos al calor de la ley de memoria histórica, señalan que al menos 5000 personas fueron represaliadas y cerca de trescientas, fusiladas. Muchos de esos cuerpos permanecen enterrados en fosas.
Durante décadas no supimos lo que había pasado y no solo porque los vencedores tergiversaron los hechos sino también porque los que tanto habían sufrido se guardaron la verdad y no quisieron o no pudieron transmitirla a sus descendientes.
Era como si la evocación de los recuerdos trajera consigo los horrores de la guerra y que esta se repetiría afectando a los mismos de antes. Las víctimas exigen verdad, reparación y justicia.
Unos dicen: ¿para qué remover el pasado? Se reabrirán las heridas. Las victimas responden que no se puede reabrir aquello que nunca se cerró.