Internacional
Análisis
El final de la esperanza en Cuba
Jesús Torquemada
Redacción
La esperanza de que el régimen cubano fuera capaz de evolucionar desde dentro, de que pudiera hacer una pequeña apertura política sin renunciar a sus ideas antiimperialistas.
La muerte del preso político cubano Orlando Zapata justo cuando se cumplen dos años desde que Raúl Castro fue nombrado presidente de Cuba es el final de una esperanza. La esperanza de que el régimen cubano fuera capaz de evolucionar desde dentro, de que pudiera hacer una pequeña apertura política sin renunciar a sus ideas antiimperialistas.
Parecía que Raúl, sin salirse del camino marcado por su hermano Fidel, iba a hacer esas reformas mínimas, pero ya han pasado dos años y las cosas no cambian. Algunas hasta empeoran.
Orlando Zapata, un albañil de 42 años condenado a 30 años de cárcel, se había declarado en huelga de hambre para protestar contra los malos tratos que recibía en la prisión. Las autoridades cubanas le han dejado morir sin ninguna piedad.
Podría pensarse, a la vista de la condena que tenía Zapata, que estamos hablando de un criminal psicópata que ha matado a muchas personas. Pues no; la gran mayoría de los presos políticos cubanos, Zapata entre ellos, nunca han puesto una bomba, nunca han quemado nada, nunca han matado a nadie, ni siquiera lo han intentado. Lo único que hacen es protestar pacíficamente contra un régimen con el que no están de acuerdo; y las condenas que les caen son peores que si fueran terroristas.
Lo que ha sucedido con Zapata va a complicar la tímida mejora de relaciones entre Cuba y la Unión Europea que se estaba preparando, y también va a abortar la intención de Obama de acercarse a la isla.
A los hermanos Castro eso les da igual. Les basta con el apoyo de sus amigos latinoamericanos (y no es sólo el venezolano Chávez; ayer mismo les visitó el brasileño Lula) para seguir eternamente en el poder.