Literatura
Entrevista
Beñat Sarasola: 'Hay que escribir sin miedo, con fe en el lector'
Natxo Velez | eitb.eus
El escritor donostiarra publica “Deklaratzekorik ez”, una sustanciosa y centrífuga novela que ofrece al lector una multitud de puertas que atravesar. Hemos charlado con él.
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Después de publicar dos libros de poesía, 'Deklaratzekorik ez' es la primera novela de Sarasola
Euskaraz irakurri: Beñat Sarasola: 'Beldurrik gabe idatzi behar da, irakurlearengan fedea izanik'
Son suficientes diez segundos para ofrecer un primer resumen de la novela de Beñat Sarasola Deklaratzekorik ez (Susa, 2019), para contar de qué va. Pero, por el contrario, como ocurre con todas las buenas creaciones, se puede hablar durante horas de todos los temas que tienen cabida en esta, la primera novela del escritor donostiarra que cuenta con dos libros de poesía editados previamente.
Más allá del hilo narrativo, suficientemente tensado para guiar al lector a lo largo de 302 páginas, Sarasola intercala en el texto algunas puertas para que, partiendo de ellas, el lector haga su propio camino en forma de reflexión, lejos del paternalismo. En ese discurrir, caben un sinfín de temas: sexo, política, relaciones amorosas, amistad, postureo, carlismo, arte, desidia, frustración, envidia, traición… Sarasola nos invita, con un tono irónico e inmisericorde, a pasearnos por el paisaje vital cotidiano de aquellos que no suponemos una excepción, aquellos que, como el protagonista, solemos quedar fuera de los cantares épicos.
Hemos hablado con él, con ánimo de adentrarnos durante la charla en algunos de esos caminos.
¿Por qué has publicado ahora Deklaratzekorik ez y por qué articulado en forma de novela? ¿Qué te empujó a escribirlo hace diez años, como ya has comentado?
La verdad es que me cuesta dar un motivo racional. Sarrionandia decía aquello de que “amo lo que amo porque nadie me lo ordena”; pues creo que yo podría decir algo parecido, es decir, que escribo porque nadie me lo ordena.
El germen de la novela surgió hace unos diez años. No era exactamente la historia, sino una especie de punto de vista o posición que me parecía interesante desarrollar a través de la ficción, y eso es lo que he hecho, al principio dándole forma en mi cabeza, y escribiéndolo durante los últimos tres años.
Portada: Angel Aldarondo (basada en el cuadro “Fusilamiento de Torrijos y sus compañeros en las playas de Málaga” de Antoni Gisbert)
¿Te costó mucho definir cómo querías contar la historia?
Como te digo, el punto de partida no fue una historia determinada, la reflexión sobre aquello que podemos llamar “forma”, el punto de vista, los planos, los personajes, etcétera, ha existido desde el principio. Esas han sido las principales preocupaciones, y luego ha llegado el resto.
Por ejemplo, en los primeros intentos, la historia principal estaba ambientada en la década de los 90, y no, como lo está ahora, en la primera década del siglo XXI. Algunas novelas parten de historias interesantes, alucinantes o “que hay que contar”, pero no es el caso de esta. Al final, la historia no es más que un mecanismo para buscar otras cosas, y la he ido imaginando y adaptando poco a poco.
Así que para ti la literatura es más la aventura de contar que el hecho de contar aventuras, ¿verdad? ¿Qué importancia le das al hilo narrativo?
Sí, eso es lo que reivindicaba Jean Ricardou y tanto ha mencionado Saizarbitoria, ¿no? Es decir, que lo más emocionante es la aventura de contar, no contar la aventura.
Yo también lo siento así; cómo vas vistiendo esa anécdota inventada, construyéndola capa a capa, jugando con las posibles expectativas del lector… Para mí, eso es lo más bonito de escribir ficción.
Además, me parece, que en los últimos años se ha pedido en cierta medida esa conciencia y que vivimos una inflación de literatura con apariencia de “experiencia directa” (que es, evidentemente, falsa). Es paradójico que percibamos un ansia irrefrenable por contar historias aparentemente auténticas o basadas en experiencias precisamente ahora, cuando oímos por activa y por pasiva que no existen las fronteras entre la ficción y la realidad.
Dentro de esa corriente hay muy buena literatura, por supuesto (sin ir más lejos, aquí me viene a la cabeza Miren Agur Meabe), pero, como con todas las modas, existe el riesgo de caer en la simplificación.
Recientemente, he leído que Annie Ernaux, cuyos libros suelen ser clasificados dentro de lo que llaman “la literatura del yo”, decía que también para ella lo más importante es la forma utilizada para contar.
¿Has disfrutado escribiendo?
Sí, he disfrutado más de lo que creía. Escribir siempre es trabajoso, sobre todo cuando relees lo que has escrito, cuando te surgen dudas sobre la esencia de aquello que estás haciendo, etcétera. Pero teniendo en cuenta que es mi primera novela, me he sentido más cómodo de lo que pensaba. Y también han tenido que ver con ello los confidentes literarios de mi alrededor y la confianza que me han dado.
La novela está salpicada de humor. ¿Qué valor le otorgas al humor y para qué lo has utilizado?
El humor, la ironía, siempre me ha interesado en literatura. En mi primer libro, el libro de poesía Kaxa hutsa bat, se nota bastante, y diría que tiendo de una manera natural hacia ese tono cuando me pongo a escribir. Algunas de mis lecturas de aquella época, textos de gente que orbitaba en torno a Volgako Batelaria (Angel Erro, Iban Zaldua…) fueron importantes en la creación de esa forma de escribir.
En lo que respecta a la novela, diría que el humor sirve para poner una especie de contrapunto al perfil oscuro de la historia, aunque no haya sido nada premeditado y haya ido surgiendo en la medida que iba escribiendo.
El narrador usa un tono que huye de la épica, de la compasión y del acomodo, muchas veces cargado de ironía, y creo que es uno de los grandes valores de la novela. ¿Qué recepción ha tenido ese tono por parte de los lectores?
Me alegro si ese tono te ha parecido valioso, es un gran halago. Respecto a la recepción, antes de publicar tenía un poco de miedo por cómo se leería ese tono, si los lectores lo tomarían con la suficiente distancia (seguramente, sería el típico vértigo antes de publicar), y por eso he reivindicado el valor de la ficción.
El otro día, en la presentación que hicimos en Literaturia, Uxue Apaolaza me dijo que le parecía que hemos sido demasiado duros con el personaje principal, y que, a fin de cuentas, le parece un personaje normal, no tan odioso, con sus aspectos interesantes y sus debilidades, como la mayoría. Seguramente, he sido desagradecido con los personajes para salvarme a mí mismo.
Pero la verdad es que estoy muy contento con la recepción e incluso un poco avergonzado, porque está siendo más cálida de lo que esperaba.
En el texto, ni se apoyan ni se censuran las opiniones o comportamientos de los personajes, se evita el maniqueísmo y se ponen en duda muchas cosas que suelen presentarse como inamovibles. Has puesto mucha fe en los lectores. ¿Para quién está escrito ‘Deklaratzekorik ez’?
Enlazando con lo que decíamos antes, puede que mientras escribía pusiera fe en los lectores pero que luego, en vísperas de la publicación, la perdiera. En cualquier caso, da igual; creo que hay que escribir sin miedo, con fe en el lector.
Por eso, me es difícil decir que esté escrito para un lector concreto; mientras escribo, no pienso demasiado en eso. Suele ser un tema posterior, y es entonces cuando llega el lío.
Esa posición sin maniqueísmos ni juicios de valor sí ha sido calculada y premeditada, y, por eso, ha sido imprescindible prescindir del narrador omnisciente. Como tú has dicho, se trataba de que los personajes y las situaciones hablaran por sí mismos, sin que hubiera una tercera instancia, un narrador, encargado de juzgarlos; esa tarea, por tanto, recae en el lector, en caso de que alguien tenga que cumplirla.
En cuatro capítulos de la novela, se salta hasta mediados de la década de 1990, y, gracias a echar la vista atrás, podemos comprender algunos de los comportamientos del protagonista. ¿En qué medida nos completa nuestro pasado? ¿Cuánto nos condiciona nuestra relación con nuestro pasado?
El pasado nos afecta en todos los planos de la vida, aunque no de una forma determinante o absoluta (eso me gustaría pensar). No es casualidad que en muchos trabajos creativos aparezcan esos saltos al pasado. También ayudan en la evolución de los personajes, y son útiles para evitar el peligro de crear personajes monolíticos.
Técnicamente, lo más difícil es que esas evoluciones resulten creíbles sin dar demasiadas explicaciones y sin ser demasiado didáctico. En este caso, es el convulso pasado político el que desencadena acontecimientos entre los personajes, pero podía ser cualquier otro motivo.
El discurso del narrador está lleno de “cosas que se piensan pero nunca se dicen” (homenaje a Twist, de Harkaitz Cano). ¿Vivimos en la era de la incomunicación?
Sí, a lo largo de la novela hay bastantes guiños a libros y autores que me gustan, y ese es uno de ellos. Visto el discurso del narrador, se trata de una cita que me venía muy bien ya que el personaje principal utiliza discursos muy absolutos e íntegros, pero la mayoría de las veces son interiores, no los hace públicos.
Y diría que esa incomunicación también aparece en otros planos: en sus relaciones amorosas, en la que mantiene con su padre…
En las presentaciones de la novela has reivindicado la ficción, ante algunas lecturas “fáciles y panfletarias” que has detectado últimamente. ¿De qué intereses hay que proteger la ficción?
La ficción es sobre todo una manera de leer que pide al lector una cierta flexibilidad para no hacer una interpretación literal inmediata del texto. Creo que ese tipo de lectura está en peligro porque muchas veces es tildado de “ambiguo” y “equidistante”, aunque pocas veces se reconoce en público.
En un tipo de literatura que está de moda se han abierto paso el panfleto, la desidia y una desproblematización de la escritura, en nombre de una especie de crudeza. Vistos los textos y entrevistas de algunos escritores, me entran ganas de decirles ¿por qué no te metes a asesor de algún político o tertuliano?
En la ficción vasca, afortunadamente, llevamos muchos años haciendo literatura sobre “la cosa” política y problematizándola, y creo que hay una menor tendencia a la simplificación, precisamente porque los escritores que se consolidaron en los años 70 y 80 hicieron un gran trabajo reivindicando el valor de la ficción.
En Deklaratzekorik ez se cuelan Cano y Galdos, entre otros, en algunos fragmentos resuena Saizarbitoria… ¿Qué lee Beñat Sarasola? ¿Qué libros te han llamado la atención últimamente?
Leo de todo, e intento ser el lector más omnívoro posible, siempre que sean buenas lecturas, o crea que lo son. Últimamente, he disfrutado bastantes libros extranjeros. Por mencionar un par de ellos, Conversation with Friends, de Sally Rooney, y La uruguaya, de Pedro Mayral.
Aparte de todo esto, ¿algo más que declarar?
No, al menos bajo juramento.