cultura
Entrevista
"'Madre Coraje' es ese tortazo que necesitamos para reflexionar profundamente"
Natxo Velez | eitb.eus
El Teatro Arriaga estrenará el 22 de octubre en euskera y una semana después en castellano “Madre Coraje”, basada en el texto de Bertolt Brecht.
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María Goiricelaya dirige la versión del Arriaga de la obra de Brecht
Euskaraz irakurri: "Egiten ari garenari buruz sakon hausnartzeko behar dugun zaplada da 'Ama Kuraia'"
Todo estaba previsto para que Calixto Bieito, director artístico del Teatro Arriaga, consumara en marzo su inquebrantable empeño por producir desde el teatro bilbaíno una obra de Brecht, pero finalmente, pandemia mediante, será el 22 de octubre cuando llegue a las tablas, primero en euskera y después en castellano, “Madre Coraje”, estrenado por el poeta y dramaturgo alemán en 1941.
Desde marzo hasta ahora, se ha afirmado hasta la saciedad que el mundo es muy distinto, pero que el coronavirus apenas ha alterado muchas cosas cotidianas, quizás las más importantes, igual que no las cambiaron la Guerra de los Treinta Años, la Segunda Guerra Mundial o la Guerra de Irak. Permanecen intactas, por ejemplo, adheridas como purulentas llagas a la humanidad, la asquerosa crueldad de las guerras, el sufrimiento de sus víctimas directas e indirectas, el materialismo y el implacable instinto de supervivencia del ser humano.
La directora del montaje, María Goiricelaya, ha contado con un elenco de lujo para esta “Madre Coraje”, producción propia del Arriaga: Ione Irazabal (en euskera) e Itziar Lazkano (castellano) son la protagonista Ana Fierling, a la que acompañan Ane Pikaza, Eneko Sagardoy, Mikel Losada, Miren Gaztañaga, Iñaki Urrutia, Gabriel Ocina, Alfonso Díez, Aitor Borobia, Adrián Garcia de los Ojos, Mikel Martínez e Idoia Merodio.
“Madre Coraje” se podrá ver en el teatro Arriaga de Bilbao del 22 al 24 de octubre en euskera, con texto traducido por Kepa Errasti, y del 29 de octubre al 1 de noviembre en castellano. Hemos hablado con Goiricelaya sobre esta obra y la dramaturgia de Bertolt Brecht.
¿Por qué has elegido adaptar precisamente la obra “Madre Coraje y sus hijos”? ¿Cuál es la razón de que llegue ahora a los escenarios?
La idea no fue mía en realidad, sino del director artístico del Teatro Arriaga, Calixto Bieito. Fue él quien me propuso, en una reunión, abordar esta pieza. Tenía claro que a Bilbao le hacía falta “un Brecht” y que, por su actualidad y vigencia, “Madre Coraje” era la pieza perfecta para esta ciudad. Estoy muy de acuerdo con él.
Foto: Eva Guerrero
¿Cómo definirías la dramaturgia de Brecht?
Yo diría que la característica más destacable de la dramaturgia de Brecht es el llamado “efecto de distanciamiento”: ese efecto que desbarata la identificación entre el espectador y la acción escénica. Una dramaturgia que exige un papel activo del espectador y que pretende volcar en él una lección política y pedagógica.
Si repasamos su obra, vemos que prácticamente toda su dramaturgia está ligada a las concepciones dialécticas marxistas de la época en que vivió y a su marco social y político. De ahí el nacimiento de su “teatro épico” en contraposición al “dramático”. Creo que esa es una de las grandes aportaciones de la dramaturgia de Brecht: la ruptura con el tradicional drama realista Stanislavskiano para proponer un teatro profundamente reflexivo, que genere análisis más allá de la escena y que apele al espectador exigiéndole tomar decisiones respecto a su visión del mundo.
¿Qué elementos del texto de “Madre Coraje” has preservado y mantenido y cuáles has adaptado en tu versión de la obra? (víctimas militares antes vs. víctimas civiles ahora, elementos vascos…)
Hemos preservado la estructura épica y dramatúrgica del texto pero haciendo algunas variaciones que permitan al espectador sumergirse en una propuesta más coetánea. Por ejemplo, hemos deslocalizado la guerra para ubicarla en un espacio distópico que refleje la universalidad de los conflictos bélicos. Se mantienen algunas referencias, pero ante todo queríamos dar cuenta de lo que son las guerras como tal: conflictos sociopolíticos perennes.
Foto: Eva Guerrero
La guerra ha cambiado mucho en su forma desde que Brecht escribiera el texto y más desde la Guerra de los Treinta Años en la que lo ambientara (siglo XVII). ¿Qué no ha cambiado en esencia, a pesar de todo? ¿Por qué se repite la historia?
La historia se repite porque las guerras siguen siendo lo mismo en esencia: graves enfrentamientos de extrema violencia. La más antigua de las relaciones internacionales. No hay más.
“Madre Coraje”, por ejemplo, se centra en una “guerra de religión” (católicos contra protestantes), pero uno de los personajes explica a la perfección la ironía de la guerra en el propio texto y dice al respecto: “En ésta se incendia, se dispara, se saquea, se mata y se viola, pero es diferente de todas las otras guerras porque es una guerra de religión, eso es evidente”. Una falacia.
Todas las guerras son iguales sea cual sea su origen. Y como bien plasma Brecht, bien sea por motivos económicos, ideológicos, territoriales o religiosos… el desarrollo y resultado final siempre es el mismo: horror, sufrimiento, víctimas, muertes, supervivientes, daños irreparables…
Foto: Eva Guerrero
La obra se representará en euskera y en castellano. ¿Qué diferencias, además de la propiamente lingüística, hay entre ambas versiones?
El diseño de ambas piezas es el mismo; espacio escénico, vestuario, música, todo. El gran matiz lo aportan las diferentes interpretaciones. La madre en euskera la protagoniza Ione Irazábal y en castellano Itziar Lazkano. Ambas son dos grandes damas del teatro, enormes, diría yo, y en este caso su forma distinta de abordar el personaje es lo que diferencia y enriquece cada versión. Cada una de ellas ha encontrado su propia Ana Fierling y creo que eso es precioso tanto para el público como para el propio elenco, porque el resto de personajes también se relacionan de forma diferente con ambas.
También desdoblan personaje Iñaki Urrutia y Mikel Martínez, en el papel del predicador, en castellano y euskera respectivamente, y creo que es otro de los puntos diferenciales a señalar. Ambos tienen energías muy diferentes y han construido ese personaje desde visiones personales que aportan igualmente frescura al desarrollo de la pieza. Creo que estos cambios hacen que en ambos idiomas el espectáculo esté en un equilibrio vivo perfecto.
Habéis buscado una historia “dura y seca”. ¿Qué habéis pedido a los actores y actrices y al escenógrafo José Luis Raymond con ese objetivo?
Respecto al trabajo de las actrices y actores, esa parte “dura y seca” fue algo que establecimos como leitmotiv general en las primeras reuniones. Prácticamente todos conocían la pieza y estaban familiarizados con Brecht, con lo que esa atmósfera densa y cruel de “Madre Coraje” fue algo con lo que trabajamos desde el inicio y que ellas y ellos ya tenían muy presente al comienzo de ensayos.
En cuanto a la escenografía, Raymond y yo mantuvimos muchas reuniones para charlar, debatir y buscar cómo dar forma a esta pieza icónica desde estos adjetivos. Plásticamente queríamos reflejar cómo la guerra engulle todo lo que toca. También queríamos que la nueva configuración de la escultura vasca estuviera presente y creo que los múltiples diseños de Raymond fueron muy acertados. Al final nos quedamos con éste: árido y con claras reminiscencias de nuestra cultura.
Foto: Eva Guerrero
La música está trabajada de forma especial en este montaje. ¿Cómo habéis trabajado con Jon Agirrezabala este apartado? ¿Qué le aporta su trabajo al resultado final?
El trabajo con ZABALA ha sido un flechazo. Esta es la primera vez que trabajábamos juntos y cuando le conté la idea en la primera reunión, Jon la captó a la perfección. Tenía claro el tono general de la pieza, el tipo de atmósferas que podíamos generar y cómo abordarlas.
Se puso a trabajar y, aunque hemos cambiado algunas cosas y añadido temas, hay parte de su composición inicial que ha llegado intacta al final. El trabajo de adaptación de algunos de los temas del libreto de Paul Dessau es fantástico y Jon ha sabido desde su proyecto electrónico ambiental llenar las escenas musicales de esta “Madre Coraje”.
A su lado, Ibon Aguirre, responsable del espacio sonoro, ha conseguido igualmente envolverla de todas esas pequeñas y grandes atmósferas y detalles que nos transportan durante el espectáculo. Ha habido una gran sintonía entre ambos y creo que se nota mucho en la fluidez general y en el resultado final musical y ambiental de la pieza. Ambos le han concedido a este espectáculo toda la contemporaneidad y el peso que esta propuesta demandaba.
¿Cómo has trabajado el equilibrio para que el espectador se emocione con la obra pero también pueda reflexionar sin ser absorbida por ella?
Creo que cualquier persona puede emocionarse con Brecht si entendemos la emoción como esa reacción psicofisiológica ante un estímulo, como ese interés que se genera al ser partícipe de algo.
Emocionarse tiene que ver con alterarse, con que algo te inquiete, te conmocione. La cuestión es que muchas veces asociamos la “emoción” a “la lágrima”, a cómo el teatro puede hacernos empatizar y llorar, y es ahí donde el salto del espectador en Brecht se hace más complicado. Principalmente porque su concepción teatral y su dramaturgia van en contra de esa identificación.
Como directora siempre es un reto que el espectador se emocione, y si bien casi todos los espectáculos que he dirigido han buscado esa empatía, esa historia que logra tocarnos el corazón, creo que en esta la forma de tocárnoslo es distinta: es revulsiva, directa y sin concesiones. No genera esa catarsis aristotélica que muchas veces ansiamos al acudir al teatro y de la que yo me confieso fanática; creo que ”Madre Coraje” es ese tortazo que todos necesitamos para reflexionar profundamente sobre qué estamos haciendo los seres humanos.