Arte
Entrevista
"Hemos querido dar voz a los artistas para que sitúen su obra en el contexto actual"
N. V. | EITB Media
Mikel Onandia y Jone Uriarte publican "Desmontajes y ornamentos", un libro que recopila, en euskera y en castellano, entrevistas realizadas a cinco artistas vascos y vascas.
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"Desmontajes y ornamentos", de Mikel Onandia y Jone Alaitz Uriarte
Euskaraz irakurri: "Artistei ahotsa eman nahi izan diegu, beren lana egungo testuinguruan koka zezaten"
La práctica artística es variada y abundante en Euskal Herria; a pesar de ello, Mikel Onandia (Durango, 1983) y Jone Alaitz Uriarte (Arrasate, 1986) creen que ese trabajo creativo no tiene el reflejo teórico que merece, si hablamos de escritos y textos críticos.
Dicho y hecho: ambos comisarios (Onandia también es profesor de la Facultad de Bellas Artes de la UPV y Uriarte, entre otras labores, trabaja en el departamento de Arte Contemporáneo de Tabakalera) han dado la palabra en el libro de entrevistas sobre el que charlamos, a cinco aristas vascos y vascas nacidas en la década de 1980: Sahatsa Jauregi, Oier Iruretagoiena, Damaris Pan, Daniel Llaría y Nora Aurrekoetxea.
"Desmontajes y ornamentos" habla sobre el pasado, el presente y el futuro de estas y estos artistas, sobre su trabajo y las circunstancias de este: la propia obra, como no, formación, influencias, la función del arte, el proceso creativo, referencias, sistema artístico en Euskal Herria, materiales, redes, mercado, público, profesionalización…
Hemos hablado con Onandia y Uriarte para saber más.
Por comenzar por el principio, ¿qué hay detrás de los conceptos de desmontaje y ornamento a los que hace referencia el título?
Mikel: Podríamos decir que, en general, uno de los fundamentos de la posmodernidad es el desmontaje de relatos o discursos canónicos anteriores. En el arte, los y las artistas han venido realizando desde la década de 1980 deconstrucciones formales y conceptuales. Todo ello ha traído una hibridación y diversificación entre diferentes lenguajes, tanto en el recorrido de los y las artistas -que trabajan con naturalidad diferentes técnicas y lenguajes- como en las propias obras, a través de la conjunción de diferentes materias primas.
Además, en los últimos años esas prácticas se han incrementado, y se ha puesto mucha atención en otras cuestiones, como en el así llamado camp o en el concepto de ornamento. Creemos que, de una manera u otra, los y las artistas recogidas en el libro tienen algo de eso, en mayor o menor medida.
'Desmuntatzeak eta ornamentuak'
¿Por qué elegisteis precisamente a Sahatsa Jauregi, Damaris Pan, Nora Aurrekoetxea, Oier Iruretagoiena y Daniel Llaría? ¿Qué tienen en común y que los diferencia?
Jone: Se puede decir que el punto de partida para hacer este trabajo fue el propio interés que tenemos sobre estos artistas. En las conversaciones entre Mikel y yo, salían sin parar, entre otros, estos cinco nombres, ya que vemos muchos puntos en común entre ellos tanto en su carrera artística como en la forma en la que enfocan esa práctica; creemos que, a través de sus trabajos, inquietudes e intereses, podrían quedar reflejados algunos artistas de esa misma generación.
Los cinco son, más que escultores o pintores, creadores de imágenes, que, más que partir de una idea concreta, otorgan muchísima importancia al proceso e integran con completa honestidad todos aquellos errores, anécdotas o imprevistos que puedan surgir en ese proceso.
También tienden a poner en el centro el ornamento o aquello que pueda resultar complementario, revirtiendo así la dicotomía entre forma y ornamento. Más allá de eso, por supuesto, cada uno tiene su universo, además de que existan diferencias notables en la elección de materiales o el trato de estos.
¿Cómo acercarías a quien las desconozca las figuras de cada uno de los cinco artistas?
Mikel: Todos son diferentes. Sahatsa Jauregi trabaja sobre todo la escultura, pero entendida sobre todo de una manera amplia, en forma de instalación, y dota de un toque de tecnoestética su trabajo, que sitúa en el centro la realidad próxima y, sobre todo, lo kitsch.
Exposición 'Flux Cored' de Sahatsa Jauregi (Artium)
Oier Iruretagoiena trabaja discursos de todo tipo, ya sea a través del sonido o de la escultura; su obra es de proceso reposado, que va completando capa a capa hasta crear obras de una notable sedimentación visual y conceptual.
Damaris Pan, por su parte, se mueve en la pintura; juega con las tensiones entre forma y color, partiendo desde el propio discurso pictórico hasta el punto de ponerlo en cuestión.
Dani Llaría actúa en la instalación, con obras que se cuelgan en paredes y techos, como en el vídeo. Sobre todo, indaga en el cuerpo humano y sus relaciones con la identidad de clase, las relaciones de poder y la sexualidad.
Finalmente, Nora Aurrekoetxea trabaja más que nada la escultura, además de la escritura, la performance y la instalación, esta última relacionada con la arquitectura, otorgando siempre el centro a la intimidad y a la parte emocional de las personas.
Se trata de artistas nacidos en la década de 1980, y habéis elegido hacer el libro ahora. ¿Por qué creéis que se tata del momento adecuado para poner a estos artistas a analizar su pasado, presente y futuro?
Jone: Creemos firmemente que se encuentran en un momento muy interesante de su carrera artística, en una especie de madurez artística.
Ya han realizado un recorrido, y están en disposición de mirar atrás, recoger lo hecho, llegar a algunas conclusiones y dar un empujón a aquello que desean hacer a partir de ahora.
En las entrevistas, las reflexiones de las artistas están muy buen articuladas, son honestas, y se puede ver de una forma transparente cuáles son los objetivos de cada una.
Estamos seguros de que si hubiéramos hecho estas entrevistas hace cinco años, hubieran hablado con muchas más dudas. Atraviesan una interesante madurez artística, los avala un recorrido serio y creemos que merecen la pena estar atentos a sus próximos pasos.
La artista Damaris Pan
¿A qué público está dirigido "Desmontajes y ornamentos"? ¿Qué lectores habéis tenido en mente a la hora de escribirlo?
Jone: Una de las razones para escribir el libro ha sido que existen pocos libros escritos sobre nuestros artistas, menos aún en euskera. Existen unos pocos textos escritos sobre alguna exposición concreta, o folletos de exposiciones, y nosotros hemos querido realizar por escrito nuestra aportación, si bien es cierto que de una manera muy humilde. Para ello, hemos elegido dar voz a los artistas, para que fueran ellos y ellas quienes colocaran su trabajo en el contexto actual.
Hemos escrito el libro para que quien en un futuro cercano —o quizás no tan cercano— quiera saber más sobre estas artistas disponga de un punto de partida, y la idea es que sea un libro que no caduque, que sea una publicación a la que puedas volver una y otra vez.
Así que, en lo que respecta al público objetivo, podrían ser comisarios que investiguen sobre arte contemporáneo, programadores y programadoras, estudiantes de Bellas Artes o personas interesadas en la cultura contemporánea.
Los y las cinco protagonistas del libro han estudiado en la Universidad del País Vasco, aunque, tal y como decís, "se trata de artistas cercanos a la filosofía Do It Yourself". ¿Qué herramientas ofrece la Facultad de Bellas Artes y en qué medida es importante o fundamental para una artista la adhesión a un contexto, en este caso formativo?
Mikel: La Facultad de Bellas Artes de la UPV, que acaba de cumplir 50 años, es fundamental en el sistema vasco del arte, y ha sido la primera formación institucionalizada para la mayoría de aristas contemporáneos vascos. Además, los y las artistas han completado esa instrucción con otras experiencias y formaciones, como por ejemplo estudios o residencias en el extranjero, y sobre todo de manera más individualizada, en la investigación que supone la creación.
Al tratarse de artistas de proceso, trabajan con lo que tienen a su alrededor, lo que les obliga a partir de un cierto desconocimiento. Por su parte, en mayor o menor medida, trabajan dentro de una comunidad. Precisamente, hemos preguntado a todas y todos si se sienten parte de la misma.
Las obras de creación se muestran, una vez acabadas. ¿Qué ecosistema institucional, profesional e independiente se les ofrece a los y las artistas aquí y ahora, para acompañarlas en ese camino?
Jone: En Euskal Herria existe una amplia y muy bien tejida red para producir arte. Hay ayudas a la creación y becas, sobre todo por parte de las instituciones públicas, y también oportunidades de realizar residencias fuera de aquí.
Sin embargo, existen una dificultad mayor a la hora de mostrar las obras, por lo que surge una especie de embudo. Además de las instituciones y los museos habituales —Tabakalera, Azkuna Zentroa, Artium…—, existe una red de espacios independientes, más informal y dinámica, que ofrece a los y las artistas grandes oportunidades para mostrar su trabajo; cumplen un papel absolutamente necesario que hay que proteger.
A pesar de que la mayoría de ellos están en Bilbao -Okela, Artiatx, Atoi…- se están creando más espacios en otras localidades, como por ejemplo ZAS, AZPI, Dinamoa… En ese sentido, hay que destacar el proyecto Harriak, dentro del programa Eremuak, ya que organiza exposiciones colectivas en diversas casas de cultura, precisamente para que el arte contemporáneo llegue más allá de la lógica de las capitales.
Algunas y algunos de las artistas mencionan el papel del museo Guggenheim a la hora de acercarse al arte contemporáneo, y vosotros también hacéis mención a que ofrece a las últimas generaciones de artistas e historiadores de arte "el primer contacto sistemático con el arte contemporáneo". ¿Qué papel le asignáis al icónico museo en el desarrollo del arte contemporáneo vasco?
Mikel: Cuando se presentó el proyecto del museo Guggenheim y en sus primeros años de andadura se oyeron muchas voces críticas contra él. Hoy en día, 25 años después, es parte del sistema vasco.
En general, diría que el resultado es positivo, pero se trata de un fenómeno complejo que trasciende al arte. Nació como un motor para pasar de un paradigma industrial a un modelo económico y social basado en los servicios, y es así como ha funcionado, con claroscuros, reviviendo la ciudad en muchos niveles y gentrificándola en otros.
En lo que respecta al arte, el fabuloso edificio no ha encontrado siempre el mismo nivel de programación, sobre todo en sus inicios, con algunas exposiciones mainstream, pero, con el tiempo, el museo ha conseguido su necesaria autonomía.
Museo Guggenheim Bilbao (Foto: Efe)
Sea como fuere, el Guggenheim nos ha ofrecido a toda una nueva generación un primer contacto sistemático de calidad con el arte contemporáneo, la posibilidad de conocer en nuestra propia casa artistas y obras de arte sobresalientes de talla mundial. Si bien se le ha acusado de no mirar demasiado a la realidad local, seguramente ese no sea su cometido, y el resto de agentes pueden integrar mejor el sistema vasco de arte.
La clave quizás pudiera estar en encontrar una relación más equilibrada en lo que respecta a los recursos y medios dedicados al Guggenheim y al resto de infraestructuras institucionales e independientes.
Oier Iruretagoiena resalta en el libro que en Euskal Herria en el camino hacia la profesionalización hay "muchos artistas y pocos comisarios". ¿Cómo influye ese hecho en la creación? ¿Cómo se puede incentivar esa labor para dinamizar e impulsar el trabajo de los y las artistas?
Jone: La falta de comisarios no mediatiza la creación directamente, pero sí la divulgación de esa creación.
En otras generaciones, y en contextos como los de Madrid y Barcelona, existen grupos de comisarios y artistas que se han educado juntos, y comisarios y artistas han desarrollado proyectos conjuntamente de manera muy natural. Además, esas primeras exposiciones se realizarían en espacios informales y no tan institucionalizados, a modo de ensayo.
Puede que aquí falte eso, espacios y oportunidades para hacer ensayos, para que exista la posibilidad de que esa figura que trabaja directamente con el artista pueda hacer pruebas. De todas maneras, la figura del comisario, como la del crítico, ha ido cambiando, y hoy son los programadores, los mediadores y los escritores quienes cumplen esa función.
Pieza de la exposición "Intzidentzia metatua", de Oier Iruretagoiena
¿Qué relación existe, si es que se puede generalizar, entre este grupo de artistas y el mercado? ¿Cómo combinan el compromiso artístico con la presión del mercado?
Mikel: Una vez que cumplen los treinta y cinco años, los artistas que han terminado sus estudios universitarios y en los años siguientes han encontrado diferentes ayudas para formación y creación se topan con una realidad compleja, y tienen dificultades para integrarse en un mercado globalizado.
Así, una vez agotadas las ayudas para la creación, las políticas públicas no garantizan la continuidad en un contexto cercano, y se encuentran con una débil red de coleccionismo privado y mecenazgo.
Después de la crisis financiera iniciada en 2008, las pocas galerías que siguen funcionando aquí no son suficientes para acoger en el mercado a las nuevas generaciones de artistas y trabajar con ellos; es cierto, que algunos y algunas han conseguido hacerse un hueco en cierto circuito de galerías estatal y mundial; de todas maneras, los y las artistas ven muy complicado el objetivo de la profesionalización.
A pesar de ello, no hay duda de que el compromiso artístico está por encima de la lógica y las presiones del mercado.
Damaris Pan afirma que el arte debe ser "revolucionario y radical hacia la libertad y la felicidad, y en contra de la estupidez". No obstante, me llama la atención que, por ejemplo, bancos, instituciones y empresas energéticas, a pesar de no parecer ser muy revolucionarios, muestra un gran interés en el arte contemporáneo. ¿A qué crees que se debe? ¿Influye esto en los y las creadoras?
Mikel: El arte se desarrolla dentro de un complejo sistema, y ese sistema es parte de un sistema social, económico, político y cultural más general.
En ese sentido, diríamos que el arte es un espacio de resistencia, y así es como entiendo esas palabras de Damaris Pan. El arte político se ha defendido muchas veces durante la historia como herramienta para la revolución social, pero diría que estos artistas son más cercanos a una concepción basada en la libertad y una forma de conocimiento individual.
La base de vuestro estudio ha sido esta vez la generación de artistas nacidos y nacidas en 1980. ¿Podemos adivinar que viene tras ellos y ellas?
Jone: No es fácil de responder, pero hay un muy interesante grupo de jóvenes artistas, que también han estudiado en la UPV y destacan en la práctica de la pintura, además de estudiantes del Máster de la UPV que trabajan la cerámica.
De todas formas, diría que los artistas actuales se mueven de una manera más natural entre disciplinas, saltando de una a otra, experimentando, probando… Combinan con creatividad moda, música, vídeo, expresión corporal…