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¿Quién ganará las elecciones de EE. UU.?

La ciudadanía elige entre dos candidatos que llegan con niveles de impopularidad récord.

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Estados Unidos vota en las elecciones presidenciales y el mundo entero está pendiente, más que nunca, de quién ocupará la Casa Blanca; si el empresario Donald Trump o la candidata demócrata, Hillary Clinton, dos de los candidatos peor valorados de las últimas décadas y que llegan a la cita electoral con una impopularidad récord.

Las encuestas están tan próximas que nadie se atreve a aventurar quién saldrá victorioso, aunque la candidata demócrata parece contar con una ligera ventaja. La última de las actuaciones del FBI, que ha comunicado que no ve delito en los correos de Clinton, vuelve a darle ciertas esperanzas y sus seguidores respiran con alivio. No obstante, el anuncio de abrir investigaciones a la candidata en plena campaña, ha supuesto un daño entre sus electores qué ya se verá si es posible que se reparare con tan escaso margen.

Hillary partía con una amplia ventaja que se ha ido reduciendo de manera drástica en la última semana; a pesar, incluso, de las bravuconadas de Trump y de sus declaraciones machistas, sexistas o xenófobas, que no hubiera resistido ningún otro. El descaro de Trump y sus declaraciones comprometidas y duras le hace sumar votos electorales aunque le reste apoyos en su propio partido. Él quiere ganar, aún a costa de que el Partido republicano y el país esté más dividido que nunca.

Los estadounidenses deberán decidir en unas horas entre un populista, un hombre de negocios que nada tiene que ver con la política y una tecnócrata con muchos años de experiencia en la administración pero con una mochila a sus espaldas que no siempre le es favorable.

Hillary no termina de simpatizar con la audiencia. Tiene sombras en su gestión y en sus declaraciones que nos soportan bien la hemeroteca y existen dudas, no sólo por el uso de su correo electrónico, sino por el cobro de conferencias millonarias siendo Secretaria de Estado.

Es la única que opina que ganar dinero dando conferencias siendo un alto cargo de la administración no es un problema y se la acusa, entre otras cosas, de cobrar 675.000 dólares en dos conferencias a entidades privadas. Las transcripciones de dichas conferencias no han salido a la luz y hay quien considera que si se conociera el contenido sería su fin. La Fundación Clinton también está bajo sospecha y estas debilidades de la candidata demócrata han sido usadas por su oponente y han calado en una gran parte del país.

Sólo conociendo las sombras de la candidata demócrata, y con una sociedad muy diferente a la europea, se entiende que un personaje como Donald Trump esté tan cerca en las encuestas y pueda llegar a ser presidente del país más poderoso del mundo.

MALA RELACIÓN DE AMBOS CON LA PRENSA

Lo que comenzó siendo una excentricidad más del magnate y parecía imposible puede hacerse realidad. Nadie le tomó en serio al principio y ha utilizado la campaña como un show en el que es él es el protagonista de un espectáculo que da titulares a la prensa a diario.

Ninguno de los candidatos tiene una buena relación con la prensa. Hillary siempre se sintió acosada e injustamente tratada por una parte de los medios de comunicación cuando vio su vida íntima aireada a los cuatro costados. Ser la mujer de un presidente que tuvo que reconocer públicamente que le había sido infiel es algo que nunca ha perdonado a la prensa.

Trump directamente menosprecia a los medios de comunicación. Hace burla de los periodistas. Los echa de sus conferencias de prensa si le hacen una pregunta que le incomoda. Aún así, la prensa , acusada por Trump de partidista y poco objetiva, le sigue allá donde va. No defrauda. Siempre hay una declaración, aunque sea una barbaridad, que abre las noticias y le da las portadas de los principales diarios.

La media ponderada de las encuestas le otorgan a Clinton una ventaja de escasos dos puntos porcentuales sobre Trump. No obstante, en la jornada del domingo, la cadena ABC News concedía a la demócrata cinco puntos por delante de su rival.

Lo cierto es que los analistas de campañas electorales coinciden en que se trata de la más reñida, ajustada, sucia y enloquecida desde 1968. Jamás antes ambos candidatos habían sido tan impopulares. Se calcula, de hecho, que casi la mitad de la población acudirá a votar por un candidato para que no gane el contrario. No será un voto de apoyo, sino para evitar lo que consideran "un mal menor".

QUIEN GANE FLORIDA GANARÁ LAS ELECCIONES

Los llamados Estados oscilantes, como Ohio, Pensilvania y sobre todo Florida serán absolutamente decisivos para inclinar la balanza. Los datos del voto anticipado muestran que en los últimos días la participación ha aumentado de manera considerables en los Estados en los que la población hispana puede ser determinante, como en Arizona, Nevada y, por supuesto Florida.

Ya hay analistas que aseguran que quien gane en Florida ganará las elecciones presidenciales.

El sistema electoral americano no es un sistema representativo. Los ciudadanos no eligen directamente al candidato presidencial. Eligen a los compromisarios de su Estado, que son los que componen el colegio electoral y quienes decidirán quién será el presidente el 19 de diciembre.

Los compromisarios son un total de 538 repartidos entre los diferentes Estados según su población, de tal manera que, por ejemplo, California aporta 55 compromisarios; Ohio, 18; Florida y Nueva York, 19; Texas, 38; Michigan 16 y Pensilvania, 20.

Salvo en los Estados de Maine y de Nebraska, donde el sistema es diferente a los demás y es proporcional, en EE. UU. quien gane en un Estado se lleva todos los compromisarios, aunque la diferencia sea de un solo voto.

Es decir, para ser presidente necesita conseguir el sí de 270 compromisarios y puede darse el caso, como sucedió entre George Bush y Al Gore, de que un candidato consiga ser presidente sin ser el más votado por los ciudadanos.

LAS MINORÍAS, DECISIVAS

Los estadounidenses, además de celebrar elecciones presidenciales, renuevan el Congreso y una tercera parte del Senado. Están llamados a las urnas millones de norteamericanos, pero 5 millones no podrán ejercerlo por estar condenados por delitos graves.

Los latinos son uno de los objetivos de la campaña. Sobre todo de los demócratas. El candidato a vicepresidente por la fórmula demócrata, Tim Kaine, ha hecho discursos enteramente en castellano en un guiño a la audiencia hispana. No en vano, en EE. UU. hay 55 millones de latinos, de los que 25 tienen derecho a voto. Representan el 17% de la población y su número y porcentaje crece cada año.

El aumento de las minorías es uno de los argumentos del republicano Donald Trump. Su discurso ha calado en una parte de la población blanca. En la clase media que lleva años con un poder adquisitivo disminuido, que busca a quien culpar de su fracaso. Trump les ha señalado el culpable de sus males: una administración que no se preocupa por ellos y unas minorías que se llevan sus trabajos y sus recursos.

La semblanza general del votante de Trump es el de un ciudadano blanco, con escasos estudios y que considera que está aún más discriminado que los afroamericanos. Donald Trump ha sabido encontrar en millones de estadounidenses la manera de engrandecer su discurso sin hablar de política, ni de economía. No trata temas decisivos. No dice qué hará en política exterior. Sólo dice dará "una patada en el culo a ISIS" si él gana.  Con ese discurso, muchas veces en contra del actual sistema,  le corean millones de personas.

El magnate comenzó su campaña escandalizando con sus propuestas pero siendo consciente de que sus palabras conseguían ganar adeptos en una parte de la población que realmente piensa como él. Que le encanta sus salidas de tono. Que no venga del mundo de la política, que sea un outsider. Ven en él a alguien que habla claro, aunque no sea políticamente correcto. Ven en él a alguien capaz de financiar su propia campaña. Que no necesita de otros poderes fácticos para llegar a la presidencia. Por eso ven en él la encarnación del sueño americano. Del exitoso hombre de negocios.

Sin embargo, Trump nació rico; de hecho, millonario. Obama, y no Trump, encarna el sentir de que en América cualquiera puede ser presidente: hijo de un inmigrante de Kenia y de un abuelo pastor de ovejas en África. Donald Trump nació rodeados de privilegios muy lejos de la mayoría de la población americana. Puede alcanzar la presidencia pero no es el hombre hecho a sí mismo.

Es un hombre que ha triunfado en los negocios pero que ha dejado muchos escándalos en su camino. Reconoce sin esconderse que durante 18 años evitó pagar impuestos usando las leyes a su favor y aún así sigue en la carrera a la presidencia. Aparecen unas declaraciones obscenas, misóginas y muy poco afortunadas y despectivas hacia las mujeres y hay quien todavía le apoya y achaca a su rival que aguantara y tapara las infidelidades de su marido.

LA DIVISIÓN EN LAS FILAS REPUBLICANAS

Trump habla sin tapujos de construir un muro que separe la frontera con México, anuncia que deportará a 11 millones de indocumentados y que cerrará las puertas a musulmanes. Dice que "devolverá la grandeza a América", lo que sea que eso signifique, y afirma que los tradicionales aliados de EEUU sólo serán aquellos que los estadounidenses necesiten. Está la duda de qué sucederá con la OTAN, con las relaciones con Europa, ni qué decir tiene con Oriente Medio y el mundo islámico.

Más de 70 diplomáticos retirados, que han trabajado con administraciones demócratas y republicanas,  ya advirtieron al principio de la campaña del peligro que supone que un hombre, sin filtros diplomáticos, esté al frente del Ejército más poderoso del mundo.

Trump tiene un mensaje sencillo, dividido entre buenos y malos, apoyado por sectores tan conflictivos como el Ku Klux Klan, por la Asociación Nacional del Rifle y por el partido neonazi de supremacía blanca de EE. UU. Algo que preocupa y aterroriza a su propio partido.

Stuart Stevens, jefe de la campaña del Partido Republicano en 2012, califica a Trump de personaje "infame", "farsante", "odioso" y "patán". Considera que el millonario es el actor de un reality que se no se toma en serio nada más que su fortuna. "Esto no es un reality. No es un juego y sus muestras de estupidez y odio son peligrosas" dice Stevens, quien asegura que el magnate ha expuesto las divisiones en el seno de los republicanos.

Para quien sólo busca ganar, sea como sea. Que llevarle la contraria significa que eres su enemigo y actuará sin piedad, que no tiene límites; ¿Qué sucederá si pierde? ¿Aceptará los resultados? Ya ha anunciado que sólo los aceptará si gana las elecciones.

Para Obama, es impensable que alguien a quien sus asesores no le permiten el acceso a su cuenta de twitter en esta recta final, tenga acceso a armas nucleares. La ironía del actual presidente no hace sino abundar en la idea que intentan transmitir de que un Donald Trump al frente de la Casa Blanca es un peligro para el mundo.

Hillary puede no caer simpática, ni tener un historial ejemplar pero su solvencia y experiencia nacional e internacional es incuestionable. La situación en EE. UU. es incierta entre quienes apoyan a uno y otra. En el resto del mundo, es apabullante el apoyo a la candidata demócrata frente a Donald Trump.

Mientras Hillary intenta transmitir un mensaje de unidad al estilo de las campañas de Barack Obama, de transmitir ilusión y esperanza, Trump refleja para muchos el odio a lo que él no representa.

Hillary Clinton trata de llegar a un público al que no emociona. Es incapaz de empatizar como lo hacen Barack Obama o su marido. Ella es consciente de su falta de carisma. Es una mujer con una enorme preparación pero capaz de provocar una posible crisis institucional y de seguridad nacional al utilizar un servidor privado para enviar correos electrónicos mientras era Secretaria de Estado.

Investigada por el FBI, a escasas horas de que se abran las urnas, al parecer sus correos investigados no son constitutivos de delito pero el hecho de conocerse su indiscreción, y de que a 11 días de las elecciones el propio director del FBI anuncie que abre investigación para revisar 650.000 correos, ha favorecido a su oponente y le ha aproximado en las encuestas.

El hecho de el FBI anuncie que no procesará a Hillary Clinton por no haber indicios de delito, a escasas horas de que comience la jornada electoral el martes, puede que le dé el último empujón que necesita para ganar. Sin duda, su marido y los Obama apoyarán a Hillary en este final frenético.

Donald Trump se basta y se sobra a sí mismo. Sin apoyos de expresidentes republicanos. George Bush está desaparecido del panorama político electoral y con una parte de su propio partido pidiendo el voto para su oponente demócrata. Trump es capaz de darle la vuelta a sus problemas y aparecer como una víctima y el salvador de todos aquellos que quieren un cambio.

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